Piedras

Piedras

20/01/2018 Poesía 0

Hay objetos infravalorados que ejercen sobre mí una atracción especial: las piedras.
Hace unos años que vengo adoptando algunas, como esta que ocupa un lugar importante en mi escritorio: es todo un personaje de vitalidad arrolladora y con más años que Matusalén. Me enamora su experiencia.
El otro día descubrí un poema de Pedro Salinas del que os transcribo un fragmento. Al leerlo pensé: ¡Qué maravillosa reflexión!
¡Grande, muy grande Salinas!

«En una piedra está
la paciencia del mundo, madurada despacio.
Incalculable suma
de días y de noches, sol y agua
la que costó esta forma torpe y dura
que acariciar no sabe y acompaña
tan sólo con su peso, oscuramente.
Se estuvo siempre quieta,
sin buscar, encerrada,
en una voluntad densa y constante
de no volar como la mariposa,
de no ser bella, como el lirio,
para salvar de envidias su pureza.
¡Cuántos esbeltos lirios, cuántas gráciles
libélulas se han muerto, allí, a su lado
por correr tanto hacia la primavera!
Ella supo esperar sin pedir nada
más que la eternidad de su ser puro.
Por renunciar al pétalo, y al vuelo,
está viva y me enseña
que un amor debe estarse quizá quieto, muy quieto,
soltar las falsas alas de la prisa,
y derrotar así su propia muerte.»

Pedro Salinas

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