Me nacieron –como decía Clarín–, en verano del año 1951 en La Portela, pequeño pueblo berciano ubicado a las orillas del río Valcarce y en pleno Camino de Santiago. Aunque mis padres residían en Madrid, deseaban que viniese al mundo en la cuna de nuestros ancestros.
Del núcleo familiar heredé la morriña por El Bierzo y, cuando puedo, siempre vuelvo a visitarlo. Es un placer caminar por los alrededores de mi pueblo, acotado por verdes montañas de nogales, robles y castaños centenarios. Os aseguro que aún perviven en mi memoria el aullido de los lobos, la brama de los ciervos, el movimiento sigiloso de los zorros o el desplazamiento armonioso de las truchas en las aguas cristalinas. Todas esas ráfagas conforman los recuerdos impagables de mi infancia.
A los ocho años, mi familia fijó su residencia en la capital de El Bierzo. “En Ponferrada –nos aseguraban mis padres a mi hermana y a mí–, podréis estudiar”. Ese era el objetivo, casi la obsesión, sobre todo de mi madre. Estaba convencida de que el estudio nos haría más independientes, tal vez más libres.
En esta ciudad, se inició el periplo de mis estudios que, por diferentes razones, transcurrirían por diversos espacios geográficos –Sant Cugat del Vallés, Oviedo y, finalmente, Barcelona–, lugar donde obtuve la licenciatura de Filosofía y Letras en la especialidad de Historia Moderna y Contemporánea. En L’Hospitalet de Llobregat ejercí la docencia durante más de cuarenta años.
Desde muy pequeña adquirí el hábito de la lectura: me entusiasmaban los cómics de Ibáñez o de Escobar; los cuentos tradicionales y los de hadas; los libros de aventuras, sobre todo “Los cinco” de Enid Blyton. En la adolescencia y primera juventud escribía poemas, de corte machadiano y pequeños relatos. Sin embargo, las ocupaciones profesionales, la maternidad o las adversidades de diferente índole interrumpieron mi afición.
A partir de mi jubilación parcial me matriculé en la Escola d’escriptura de l’Ateneu barcelonès. Allá encontré maestros y compañeros con los que reflexionar sobre las técnicas de escritura y su práctica. Con ellos crecí y a todos les debo, en parte, la recuperación del placer de la escritura.