¿El abuelo gitano?

¿El abuelo gitano?

28/05/2018 Literatura 0

Se asomó al corredor y miró hacia el techo. Sentía que las golondrinas hubiesen abandonado la casa, aunque los nidos de ventanita negra continuaban allí, esperándolas. Era una mañana grisácea y papá le había explicado que se iban a buscar otros lugares donde hacía más calor.

Entonces tenía cinco años y una curiosidad enorme por todo lo que la rodeaba. No sabía muy bien porqué había ido a vivir a aquella vivienda situada al final del pueblo. En realidad, tampoco acababa de tener muy claro si la casa estaba al final o al principio del lugar. Pensándolo bien los pocos coches que bajaban de Galicia –tampoco entendía mucho lo que significaba “Galicia”–, vaya, los que bajaban de arriba, la primera casa que se encontraban era la suya, pero para los que llegaban de abajo, era la última. Lo de suya era un decir porque tampoco era de la familia (eso les habían explicado a su hermana y a ella los padres). Al parecer, los dueños de la casa se la habían cedido hasta que les construyesen la de Ponferrada. Aquello de “Ponferrada” le sonaba raro, a algo así como “Ponte nada”. ¿Qué era eso de “ponte nada”? Era absurdo, a la calle no se podía salir desnudo, los tiempos eran muy diferentes a los de Adán y Eva –como les explicaba don Tomás, el párroco–. Nuestros primeros padres estaban solos allí en un jardín precioso, lleno de todo y no los veía nadie. Bueno, los animales sí, pero eso no importaba, decía don Tomás.

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