Mi pequeño vergel

Y sollozo en silencio,
sumida en una tristeza
más tenebrosa que los tizones negruzcos,
despojos de castaños calcinados,
robles abatidos y
encinas arruinadas.
Mientras, los lobos se orinan
y los pájaros callan.

Mi Tebaida, ese espacio amado,
mirador de un cielo límpido
de estrellas relucientes,
compañero de soledades
ermitañas,
se calcina, cual castigo bíblico,
bajo lenguas de fuego
diseñadas por ángeles demoníacos.

Hoy, tú,
mi venerado vergel,
te agitas
tan doliente
como mi alma.

Poema: Berta Pichel
Fotografía: Diario de León