In laudem a Ignacio Castro Rey

Andaba yo atando cabos en el planteamiento de mi nueva novela cuando Ignacio Castro Rey, filósofo y crítico de arte, me aconsejó la lectura de Clarice Lispector.
Me sonaba el nombre de la escritora, quizás porque había leído alguna reseña en Babelia o vaya usted a saber dónde, pero con absoluta humildad le rogué a Ignacio que me deletrease el nombre de la autora y el título aconsejado. En ocasiones, los hados no te son propicios y, sin gafas -nunca las encuentro en el momento apropiado- era incapaz de escribir en las notas de mi móvil. Él mismo tuvo la amabilidad de hacerlo: Clarice Lispector: “La pasión según G.H.”
Le reitero mi agradecimiento.
No es fácil seguir el monólogo interior de la protagonista. El lenguaje espléndido y metafórico obliga a releer a menudo. De la presunta heroína ni tan siquiera conocemos su nombre. En las maletas, objetos bien metafóricos del viaje, están grabadas sus iniciales: G.H.No es necesario conocer el nombre: es un ser humano en busca de su identidad, lo cual no es poco.
“…Estoy buscando, estoy buscando. Intento comprender” Así comienza su genial obra la autora. Y es esa búsqueda alegórica la que me atrapó. Lo simbólico obliga a mantener tu alma plenamente integrada en ese viaje interior.
Su casa; la soledad en la que se encuentra; el largo pasillo; la habitación de una criada que ya se ha despedido dejando el rastro de siluetas extrañas en la pared, encarnadas en la vida de la protagonista; la cucharacha y el valor simbólico que supera, incluso, lo kafkiano; el silencio; el asco; la angustia; las alusiones metafísicas; el omnipresente mito de la caverna de Platón; la necesaria despersonalización para reconstruirse y encontrar nuestro yo; las alusiones a civilizaciones pasadas en relación al ser humano empapado de culturas mileranias velis nolis; la necesidad de comerse conscientemente “la cucaracha”; el reflotar después de atravesar el desierto; el divisar la luz; el poder del ahora; el carpe diem y el gozo consciente.
La obra se publicó en Brasil en el 1964. Yo tenía trece años. Hasta el 2013 no se editó en España. He llegado a tiempo. Clarice Lispector reflexiona al inicio del texto: “Este libro es como cualquier libro. Pero me sentiría contenta si lo leyesen únicamente personas de alma ya formada”.
Estoy en ello, Clarice. Gracias por el aliento.