Hay poemas, como este de Julia Cornejo, que tocan sensaciones.
“Nos recordaron
que el horario de visitas
había terminado.
No hacía falta.
A cierta edad uno acaba
comprendiendo
que hay afectos,
muy pocos,
de veinticuatro horas
que no admiten
el uso de megáfonos
indicando el final de su jornada.
Y cariños prestados
que cierran por la noche.”