En Vega de Valcarce

En Vega de Valcarce

05/03/2017 Literatura 0
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A las cuatro en punto aparcó en un descampado al otro lado
del Valcarce. En La Vega imperaba el silencio. Era la hora de la siesta. Un
mastín leonés le lanzó un ladrido amenazador, se le acercó y le olisqueó el
pantalón. Miguel acarició la cabeza del animal que se dio la vuelta en un gesto
de confianza y aburrimiento. Se apoyó en la barandilla del puente, percibió el
rumor sigiloso y el movimiento incesante del río. Permaneció quieto, dejando que los rayos del sol
le caldeasen el rostro. Una luz intensa se derramaba sobre la corriente,
creando figuras fantásticas moldeadas y deformadas en un instante; mientras,
grupos de truchas y multitud de alevines jugueteaban en el agua y se
reverberaban en líneas de colores que traspasaban con rapidez el verdor y la
suavidad de las algas oscilantes. Desde niño le hipnotizaba aquel espectáculo
de aparente estancamiento, pero de transformación continua. En los últimos
meses, le había dado muchas vueltas a aquella sensación de permanencia y de
cambio. Había llegado el momento de poner fin a las especulaciones y de
moverse.

 

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