El nombre de la muerte que le damos
a los últimos momentos
no es sino un plazo ya cumplido;
es la inapelable ejecución de una sentencia.
Y sin embargo, esa muerte anunciada,
ese terrible plazo,
hace tiempo que camina con nosotros
un arcano de pétalos y trazos,
un acicate, una búsqueda intensiva,
un permanente trago que apuramos
como si fuera hoy el comienzo
el final del primer día.
La muerte es un fin y es el motivo
si supiéramos gozarlo.