Desconcierto

Desconcierto

17/12/2016 Literatura 0
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Nía se sintió halagada al notar cómo la miraba. Escuchó entre
sorprendida y extasiada su alegato sobre la necesidad de contar, en El Bierzo y
en toda España, con “muchachas decididas a plantar cara a los mandamases del
país”. Le agradó su comentario y golpeó con disimulo el codo de Esther cuando
calificó a los curas de “cuervos negros” por “someter a las mujeres a sus
cuentos”. En eso tenía un poco de razón. No cabía duda, aquel joven alto, con
boina negra al estilo Lenin, parecía sincero y auténtico. Imaginó la cara de su
madre si hubiese escuchado tal injuria. 

 

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