De las redes sociales, los móviles y el veraneo
Las redes sociales cautivan. Las pulsiones en forma de videos, de chats o de mensajes optimistas, placenteros, con peso, pesados, y hasta desagradables, nos tienen pendientes de la pantalla, casi hipnotizados.
En ocasiones, nos llegan a aprisionar tanto como las jaulas en las que, años ha, mi tío Enrique mantenía encerrados unos cuantos jilgueros a fin de deleitarse, de buena mañana, con sus cantos.
De la misma manera, cada vez que miras con atención las imágenes de un video, chateas con alguien, emites algún comentario, o un “amigo, seguidor, agregado…” se digna a hacer un “clic” sobre un “me gusta, me encanta…” en cada una de nuestras publicaciones, se inicia un proceso de seducción, como si de un trino se tratase. No hace falta que te molestes: el propio sistema ya contabiliza los movimientos, es decir, esos gorgoritos encantadores.
Al final, en una especie de epifanía, acabas valorando la composición.
El descenso de lo virtual a la realidad lo ofrece el metrónomo de las compañías telefónicas. Especialmente en verano, cuando no tienes la tarifa plana, y te percatas, al echar un vistazo a la cuenta bancaria, que has contratado demasiadas gigas por conciertos de tempos largos y de dudosa calidad.
Sant Pol de Mar, 9-8-2016