Trenes

Trenes

08/04/2018 Prosa 0

1963

Mientras en EUA, John F. Kennedy con la admirada Jacqueline enamoraban al mundo y Martin L. King pronunciaba un discurso, una niña de once años, yo, interpretaba a mi manera su “I have a dream”. Nadie en mi barrio entendía inglés, pero el locutor de voz grave lo tradujo como “Yo tengo un sueño”.

Nunca había visto a tantas personas juntas. Ni tan siquiera cuando nos regalaban la banderita para recibir al Caudillo. Era maravilloso aquello de baterla al viento y tener fiesta en el cole.

Lo importante era que aquel señor “tenía un sueño”. Y yo también!

Aquel tren lanzaba sucias bocanadas de humo al aire, pero me conducía a Barcelona, meva de mi sueño. Allí en el internado viviría mil aventuras. Por algo, la saga de los cinco de Enid Blyton era mi pasión. Había llegado el momento de imitarlos.

2018

El tiempo, esa corriente alocada que lo arrastra todo, se ha tragado cincuenta y cinco años en un tris tras.

No hay trenzas en mi cabeza; una parte de mi cabello se niega a blanquearse como lo han hecho sus compañeros rebeldes; unos riachuelos indiscretos bailan alocados por mi rostro arrugando la otrora piel tersa.

En este viaje a la inversa de regreso al Bierzo, el elemento más innovador es el tren: limpio, moderno, eficaz.

Pero mis sueños no han envejecido. Son otros, reales, auténticos, pragmáticos.

Vuelvo al nido donde nací. Me acompaña Nía y todos sus conocidos del mundo “ Cicatrices de charol”.

volvemos todos a saludar a nuestra gente. Volvemos con cicatrices, pero fuertes y felices. Hemos curado las heridas.

Mi amigo el tren y yo conversamos con ritmo pausado.

Le doy las gracias. Me gusta su compañía.

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