Sant Jordi 2018

Sant Jordi 2018

09/07/2018 Mis microrrelatos 0

En medio del bullicio, bien ensamblada al resto del enjambre, logró asirse a la cinta pegajosa de la escalera mecánica, acceder a la máquina controladora de la salida e introducir la tarjeta justo un segundo antes de recibir el empujón de un quinceañero, tatuado hasta el entrecejo, que prestó oídos sordos a sus quejas. La vida era así, pensó, y algunos caminaban en línea recta sin mirar atrás.

            Respiró hondo al acceder a la plaza. El olor de rosas rojas, y muchas amarillas en señal de protesta por los “presos políticos” o “políticos presos”, según la óptica de cada quien, reemplazó la pestilencia del raticida de las vías, clavado en su pituitaria. En una de las mesitas de la terraza del café Zurich, un hombre de aspecto extranjero, calcomanía del actor Georges Rigaud en la película Vuelve San Valentín, leía La Vanguardia. A pesar de la prisa por llegar a tiempo, acertó a leer en letras grandes la frase de un anuncio de una conocida entidad bancaria catalana: “No subestimes el poder de una rosa. Puede hacer que encuentres el amor de tu vida”. Sonrió. Le gustaba el guiño.

El tiempo nos deshizo

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