Paciencia

Paciencia

22/12/2018 Literatura Mis microrrelatos 0

–¿Pero vienes o no? Yo me largo.

Chelito era tranquila, pero, cuando se ponía nerviosa, se aceleraba como el motor de un coche.

–Voy, voy. Ay, espera, que tengo que mear.

Cogió el pasador marrón leopardo que Albi le había regalado al volver del viaje a Roma de fin de curso. Lo había robado en una tienda, después de una visita al Vaticano donde las había recibido el Papa Pablo VI. Ella no había podido ir: sus padres no tenían dinero para tanto. Le había jurado a Albi que guardaría el secreto del robo. Si se enteraban las monjas, la expulsarían.

Chelito se sentó en la cama, justo al lado del espacio sin puerta que comunicaba el dormitorio de las mayores con el de las pequeñas. Ellas estaban justo en medio. Al pasar por su lado, Pepa apretó las piernas porque el pipí se le salía, mientras su amiga alzaba los ojos al cielo como la imagen de la capilla de la Virgen María demostrándole su paciencia infinita.

El tiempo nos deshizo

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