Lo que me une al señor Trump

Lo que me une al señor Trump

10/11/2016 Literatura 0
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“Vade retro”, exclamarán mis hijos, izquierdosos por antonomasia, ante el título de mi post.

Sin embargo, mi intuición femenina me dice que mi aversión hacia sus planteamientos extremos –defensa de la tortura; negación del cambio climático; castigo a las abortistas; calumnias contra los afroamericanos; idea de que yo misma soy una mujer “check out” porque supero, y mucho, los treinta y cinco; defensa de la entrada al club nuclear de los países amigos de EUA; patriotismo extremo y otras muchas lindezas, –no debe llevarme a pensar que estoy totalmente disociada del personaje. Tal vez, algo me une al sujeto más allá del hecho de ser “presuntamente” humanos.

Y echo mano de la lógica.

Quizás nos una la crítica a esa globalización feroz del sistema capitalista que condena a los trabajadores al paro o a salarios de miseria; enriquece a unos pocos y empobrece a la mayoría. Pero, a diferencia de la que suscribe, el señor Trump es un oso hormiguero del sistema –con perdón para los osos hormigueros. Él también chupa la sangre de sus obreros, sobre todo de las trabajadoras a las que, por el hecho de ser mujeres, les rebaja el sueldo un treinta por ciento. Así, porque sí, chulo él. Además, puede permitirse el lujo de tocarles el coño cuando quiere y ellas han de aguantarse, por algo es un hombre famoso y con poder. Señor feudal del s. XXI donde los haya. Y yo, simplemente, formo parte de la plebe.

En mi manía empatizadora, busco razones para entender su xenofobia. Quizás, me digo a mi misma, su filantropía le lleva a considerar que los emigrantes, los refugiados, los proscritos, estarían mejor en sus países de origen, en su tierra, con su gente. De hecho, él es descendiente de emigrantes. Tal vez esté dispuesto a invertir en esos países a fin de colaborar en la resolución de los problemas, en dignificar la vida de millones de seres humanos a los que los occidentales ayudamos a masacrar o condenamos a la desesperación con la venta de nuestras armas y la explotación secular e inmisericorde de sus recursos. Pero me percato de que no va por aquí la cosa. Al parecer, como Presidente de los EUA se gastará los dólares en deportarlos a todos y en la construcción de un muro, otro más en la historia, que, además, han de pagar los mejicanos. ¡Ale, la gracia!

Yo también, lo confieso, al igual que el señor Trump, llevo un tiempo criticando esta democracia, versión s. XXI, dominada por los lobbies de poder internacional y deseando un análisis profundo y certero que ayude a las instituciones democráticas a elevar el vuelo. Ahora, como nunca, entiendo a la gente que vivió el período de entreguerras. Pero este lumbreras, al igual que otros muchos salvadores de la patria, se sirven de la democracia para llegar al poder. Aceptan los resultados electorales “si ganan”. Se atraen a las clases medias y obreras empobrecidas y sonríen cuando la victoria es suya.

El individuo me recuerda a otros muchos de tiempos funestos y con consecuencias irreversibles. Eternos ciclos de la historia, me repito.

Eureka. Al fin, hurgando, hurgando,descubro lo que realmente me une al señor Trump: él será el cuarenta y cinco Presidente de los EUA y a mí en el internado me habían asignado el número cuarenta y cinco. Pura casualidad.

Tranquilos, hijos, aun no tenéis que moveros para llevarme a un psiquiátrico.

Simplemente observo y aprendo de la naturaleza humana e intento mantener el equilibrio.

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