Llibertat

Llibertat

11/12/2017 Mis microrrelatos 0

Maldición o no, nunca había sabido hallar una explicación coherente a la caída del telón de su mejor noche amorosa. Cumplidos los setenta, tal sentimiento se había convertido en certeza. Con Llibertat el amor se había presentado en toda su magnitud de gozo físico y de sensación de habitar en un espacio donde la dicha era inexplicable. Quizás, entonces, se encontraba en un momento vital donde la contemplación de la belleza no era un invento necesario. Pudiera ser, sin embargo, que recordase situaciones que, acaecidas o no, constituían un fotograma de su paraíso juvenil perdido. Ahora solo perduraba la imagen de un despertar en la cama vacía, el asomarse nervioso a la ventana y la escena de verla por última vez justo cuando subía a un taxi.
Berta Pichel: Perder el alma

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