Hibernación

Hibernación

17/10/2020 Reflexiones 0

Y de pronto, todos nuestros planes quedaron hibernados.

Al igual que en algunos de los versos famosos de Joaquín Sabina, la mente, machacona ella, te canta…mientras tú te preguntas: «¿Y cómo se atreve ni tan siquiera a tatarear en los tiempos que corren?». Pero la voz ronca del admirado cantautor, suena y resuena en tanto camino solitaria por los márgenes del río Llobregat, al que los romanos bautizaron como «Rubicatus» por su color rojizo al teñirse sus aguas de esa tonalidad arcillosa cuando las lluvias son intensas. Es como un cóctel el que este intelecto inquieto realiza entre un poco de vermut rojo por aquí, ligado a mi profesión de historiadora,  y un poco de soda musical por allá, que denota mi poca gracia para el cante, a pesar de que en la infancia quería ser Marisol. De tal sueño, como de las certezas que solemos acumular, la vida me despertó enseguida. Ni el empeño de mis padres costeándome clases de Música particular, ni el coro de las religiosas del colegio, lograron enderezar tal ineptitud para el canto.

El caso es que la voz del ubetense madrileño o viceversa, o como a usted le parezca ,  persevera porfiada bajo la protección del caminar solitario y el convencimiento de que solo me escuchan las aves que vuelan bien ajenas a mis cuitas.

«Quién me ha robado el mes de abril, cómo pudo sucederme a mí…»

Me saco la mascarilla que me ahoga y respiro el aire libre de un otoño soleado. «¡Es que a mí no me han robado el mes de abril, fulminado por el paso del tiempo inmisericorde ya hace algunas décadas. A mí se me ha robado el otoño, ya bien cercano al invierno!» Una gaviota planea unos segundos sobre mi cabeza como si el Espíritu Santo, un tanto travestido, quisiera insuflar un poco de luz a mi rebeldía pasajera.

De vuelta a casa, los ojos contestatarios de mi hija, refulgentes tras las gafas estilo ochentero, imitación a la moda de mi perdida juventud, me pregunta a través de la cámara del whassap el porqué la irresponsabilidad de muchos le han robado sus vacaciones.

Es el encanto de la reflexión en tiempos de covid. Es el momento propicio de volver la mirada hacia la diligencia consabida de la Rueda de la diosa Fortuna. Es la necesidad de volver a los clásicos. Y mi mente, sosegada, recupera de su mundo inconsciente, una de las coplas del gran Jorge Manrique:

Los estados y riqueza,
que nos dejen a deshora
¿quién lo duda?
No les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda,
que bienes son de Fortuna,
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una,
ni ser estable ni queda
en una cosa.

No. Nada es seguro en esta vida, hija mía.

 

 

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