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12/10/2018 Mis microrrelatos 0

Pepa solo supo a ciencia cierta lo que ocurrió aquella noche de luna llena en pleno mes de julio, por el acta del juicio empaquetada en el maletín junto a otros documentos localizados en el desván muchos años después. Cuando dormía, solo los terribles fantasmas de los sueños lograban espabilarla; ellos eran los responsables de los despertares intempestivos a cualquier hora de la noche, capaces de mantener en vela a toda la familia escuchando sus explicaciones ininteligibles de puros hipidos.

Encina se lo contó a primera hora de la mañana. No sabía cómo se las arreglaba su hermana, pero siempre se enteraba de todo. Entonces, Pepa ignoraba hasta qué punto el incidente cambiaría de manera inminente el ritmo de su vida.

Berta Pichel: El tiempo nos deshizo

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