Desiderátum
Nunca más tornará
la infancia,
ni la adolescencia inquieta.
Nunca más mi madre peinará
mis trenzas
ni escucharé, nunca más,
la voz grave de papá
pronunciar mi nombre,
Bertita,
hasta el final de sus días.
Tal vez, la fuerza de la vida
me regale la quietud
de la vejez,
modele mi rostro
y lo adorne con surcos profundos.
Ojalá,
los hados sean benignos y me concedan
el don
de reavivar
la fuerza de la juventud
en los hijos;
de saborear
la vitalidad de los nietos;
de atesorar
las emociones pasadas
en mi memoria.