De estos tiempos

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Llamadme ingenua, mojigata, incluso cobarde, pero no me gustan los enfrentamientos ni los insultos. 

Sí, ya sé que los seres humanos tenemos luces y sombras. Lo asumo. También, en nuestra vida, podemos optar por cultivar las luces o las sombras. A mí me agrada más la primera opción.

Solo en el día de hoy he leído y he visto en varias imágenes cómo la policía reconstruye el asesinato de dos guardias forestales por un cazador; cómo una chica recibe una paliza de unos cuantos jóvenes, al parecer, por llevar una bandera de España en la muñeca; cómo se agravia a Bimba o a Miguel Bosé en una situación bien trágica…Hasta los insultos al señor Trump me parecen innecesarios. Uno puede criticarlo, argumentar en contra del personaje, mostrar la más absoluta oposición hacia su actitud y su prepotencia, pero el insulto creo que no fortalece al que lo profiere porque no deja de ser una forma de violencia verbal.

Razón tenía Jean Paul Sartre cuando afirmaba: “Basta con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera”. Hoy en día ese odio, reforzado por las capacidad de las redes sociales, se robustece. Bien. Yo sigo el estilo de Raimon i  “Jo dic NO”.

Hoy recordamos el asesinato de los abogados de Atocha. No lo olvidaré jamás. Vivíamos momentos históricos muy duros. ¿Repetirían las dos Españas la guerra civil?, nos preguntábamos muchos. Mi hijo tenía unos meses. Yo estaba feliz porque anhelaba que él pudiese crecer en una sociedad democrática, solidaria, más justa. Los comunistas españoles, anatematizados  por el franquismo nos dieron un ejemplo. 

Lo recuerdo perfectamente. Lloré emocionada en la transmisión de aquel entierro. En él, el duelo, la emotividad estuvo presente. Ni un grito, ni un insulto. Silencio. Porque es verdad que, a menudo, el silencio vale más que mil palabras.

Fotografía: Entierro de los abogados laboralistas de Atocha