Compromisos históricos

El discurso de Kazuo Ishiguro al recibir el Premio Nobel de Literatura ha removido en mí posos relegados.

Entre otras reflexiones, destaco una que me ha servido para conectar con ideas que me flotaban en mi inconsciente a la hora de escribir «Cicatrices de charol».

Como especialista de la Historia y profesora de esta materia durante más de cuatro décadas, pienso que el profesional ha de explicarla con la máxima objetividad presentando el hecho, las múltiples causas y las consecuencias. Sin embargo, al igual que los padres de Ishiguro vivieron la Segunda Guerra Mundial, los míos padecieron la Guerra Civil. Poco nos explicaron ellos del conflicto, pero nuestras células se empaparon, sin saberlo, de emociones.
Pienso que tenemos el compromiso de transmitir, de acuerdo con nuestros deseos y posibilidades, tales impresiones a las generaciones actuales. Creo que mi primera novela se halla en esa línea.

Da la impresión de que nuestra sociedad manifiesta, de manera un tanto irreflexiva, esos desasosiegos en la actualidad.

He aquí las palabras a las que me refiero:

«Yo tenía entonces cuarenta y cuatro años. Hasta ese momento había considerado la Segunda Guerra Mundial, sus horrores y sus victorias, como algo perteneciente a la generación de mis padres. Pero de pronto caí en la cuenta de que en poco tiempo, muchos de los que habían sido testigos de primera mano ya no estarían vivos. ¿Y entonces qué? ¿Caería sobre mi generación el peso de recordar? Nosotros no habíamos vivido los años de la guerra, pero al menos nos habían criado padres cuyas vidas habían sido modeladas de forma indeleble por aquel periodo. ¿Tenía yo, como narrador de historias con una proyección pública, un deber del que hasta ahora no había sido consciente? ¿El deber de transmitir lo mejor que pudiese los recuerdos y lecciones de la generación de nuestros padres a la que viene después de la