A la Vigen Blanca (Catedral de León)
Yo que exploré caminos infinitos
y navegué entre sombras y quimeras,
tal vez desde tu esfera ya me vieras
perdida como a todos los proscritos.
Llego ante ti ajustando mis pasitos
y me animas, como si percibieras
una inmensa tristeza en mis ojeras.
Solo tu sonrisa aplaca mis gritos.
Luce el sol y contemplo tu hermosura,
bien labrada en un pilar milenario,
de pie, sobre el dragón, muestras dulzura.
Y yo aquí, Señora, en este estuario,
puerta de la felicidad que cura,
percibo vuestro amor hospitalario.